En la escuela, cuando escuchaba al profesor de física hablar de “Caballos de vapor”, por mi mente dispersa pasaban antiguas máquinas como de película de otro siglo; caballos metálicos respirando pesadamente vapor con una gran caldera justo en medio de la panza por donde un jinete metía puñados de carbón entre complicados engranajes.
Hoy, a quién sabe cuántos años de aquellas fantasías. Mientras recorremos el corazón de Inglaterra, me encuentro con una especie de cápsula del tiempo llena de máquinas de vapor, que no son caballos, pero cuando se las ve funcionar, la pesada respiración de los grandes hierros, el olor a aceite y la hermosa coordinación de relojería con sus múltiples engranajes no hacen más que traerme esos recuerdos y crear fantasías victorianas recreando ante mi un mundo que funcionaba con simple agua, carbón y fuego. Esta cápsula del tiempo queda en las afueras de Burton Upon Trent y es la Claymills Pumping Station.
Un sencillo aviso marrón apunta a una callejuela que, desde la via principal, llega hasta un muy transitado paso a nivel de trenes frente al que estuvimos casi 10 minutos esperando que más de 30 vagones de carga pasaran lentamente, para luego encontrarnos con un sencillo conjunto de edificios de ladrillo con una delgada, alta e imponente chimenea en el medio.
El sitio parecía estar desierto hasta que desde uno de los edificios salieron 3 hombres conversando entre sí, uno de ellos con la cara llena de tizne, boina y una taza de té en la mano. El más viejo, John, se acercó a nosotros mientras nos saludaba amistosamente. En ése momento solo se me ocurrió preguntarle cuál era el precio del boleto de entrada, pensando que se trataba de un vigilante. John iba a ser, desde ese momento, nuestro guía por cada uno de los rincones del edificio y quién nos daría la mayoría de los datos que hoy estás leyendo.
Claymills Pumping Station no es más que una estación de bombeo de agua construida en 1885 para solucionar uno de los mayores problemas que había generado la revolución industrial. Para mediados de la década de 1800 La ciudad de Burton Upon Trent tenía la mayor producción de aguas residuales de cualquier otro pueblo o ciudad de Gran Bretaña, debido al gran número de fábricas de cerveza que hacían vida en la zona. Los procesos de elaboración de sus productos generaban grandes cantidades de aguas con malos olores, altas temperaturas, afluente rico en sulfato y gran cantidad de materia en suspensión. Todo esto era liberado en ríos y arroyos que en pocos años se convirtieron en cloacas abiertas, hasta que estas aguas llegaron al río Trent convirtiéndose sus aguas en una rica fuente de enfermedades
En 1866 se construye una alcantarilla que lleva todos estos residuos hasta una zona llamada Claymills en las afueras y al norte de la ciudad, donde se construyeron tanques de sedimentación y más tarde la estación de bombeo. La Claymills Pumping Station cumplió su función hasta 1969 cuando la actual planta de tratamiento se encargó de la labor, ahora con limpios motores eléctricos. La vieja planta fue abandonada y se planificó su demolición, que gracias a múltiples factores nunca se llevó a cabo. Muy pronto en el Reino Unido se apagarån todos los motores que funcionan con carbón como un compromiso con el planeta, pero esta maquinaria histórica se mantendrá funcionando unos pocos días al año para mostrar cómo era el mundo en otras épocas.
John nos explicaba con tal pasión cada detalle, que no es difícil recrear la manera en que trabajaban los operarios de esa hermosa obra de ingeniería. Durante nuestra visita en cada edificio había gente trabajando, todos voluntarios, sí, voluntarios, la verdadera fuerza que hoy mantiene y restaura este pedazo del siglo XIX; unos bastante mayores y otros demasiado jóvenes. Algunos de ellos con atuendos similares a los de obreros de finales del siglo XIX. En esa ocasión, las máquinas estaban apagadas. En uno de los edificios, como gigantes dormidos, dos ruedas enormes con una especie de balancín sobre ellas, eran cuidadosamente engrasadas, en otro, varios hombres trabajaban en un taller en el que todas las máquinas eran activadas por un extraño sistema de poleas. Se puede visitar inclusive la “lujosa” bañera de agua caliente en uno de los sótanos, en la que se conserva una copia del listado de empleados con derecho a bañarse una vez al mes.
Terminamos el recorrido convencidos de que en esa cápsula del tiempo se hace una labor que merece no solo la admiración del visitante, sino que merece de una buena colaboración para mantener vivo ese espíritu victoriano de progreso.
Nos marchamos con una grata impresión. Tres semanas después regresé a la Claymills Pumping Station, para ver al gigante despierto, respirando vapor como un caballo mecánico, alimentado por palas de carbón, exhalando humo y mostrando la fuerza de un antiguo mundo más simple, ese de las películas, de limpiadores de chimeneas y mujeres con paraguas voladores, el mundo del poder simple, el del agua, carbón y fuego, el que imaginaba con caballos de vapor.
Datos de Interes
El lugar puede visitarse Jueves y Sábados, la entrada es libre, pero se recomienda dejar colaboración. Las visitas son guiadas por voluntarios.
Abierto de 10:00am a 5:00pm
Los dias de “Steaming”, cuando se puede ver en funcionamiento, son programados y hay que consultarlos en www.claymills.org.uk, el precio de la entrada de de £ 6 por adulto.
Admiten Perros 🙂
Cuando vaya de visita me podría llevar a los bichos y deleitarme con las máquinas, amén de la buena compañía!
I really enjoy the blog post. Thanks Again. Keep writing. Lulita Jacky Lindahl