En esta segunda parte, nos vamos hasta Pontevedra, última parte del recorrido de puente de primavera que nos narra Silmar. En la primera parte, la llegada y visita a Vigo.
– Sam
Vigo y Pontevedra, cercanas, fascinantes y contrastantes (II parte: Pontevedra)
Pontevedra, serena
Sigo pensando que cada lugar tiene su encanto particular, Vigo transmite bohemía y dinamismo constante, pero Pontevedra aun siendo una ciudad muy cercana (a apenas 45 minutos de distancia), es relajante y serena, tranquila, con otra dinámica. A orillas de la Ría de Pontevedra que se une a la de Vigo y donde desemboca el río Lerez, que también bordea parte de la ciudad; posee un casco histórico compuesto por bellísimas calles que conducen a plazas encantadoras, que vale la pena caminar.
Al día siguiente de llegar a tierras gallegas decidimos ir a dar una vuelta a Pontevedra para visitar a amigos y caminar la ciudad, pero hay algo que no quiero que se me escape y es que, saliendo de Vigo por la N-550, nos encontramos con un imponente puente: el puente de Rande que une los márgenes de la Ría de Vigo. Un portento de la arquitectura de grandes estructuras al que me dio tiempo de fotografiar poniendo en práctica una de mis destrezas: fotos tomadas desde cualquier vehículo en marcha :P.
Ya en Pontevedra, nos dimos un paseo por el Casco Antiguo y, aunque nos faltaron cosas por ver, la estadía fue provechosa. Camino de la Plaza de la Ferrería o de la Herrería paramos en la iglesia de La Peregrina, una pequeña iglesia construida en honor a la virgen del mismo nombre, patrona de la provincia de Pontevedra y de quienes transitan el Camino de Santiago la planta de esta iglesia tiene forma de vieira.
Aquí tengo que hacer un pequeño paréntesis porque no se me puede escapar la visita a los mercados, otra de mis aficiones cuando viajo; municipales, de pulgas, rastros, de frutas, de flores, cualquier enclave con aires de mercado libre, esas pequeñas ciudades comerciales donde la gente se relaciona como una gran familia, donde todos se conocen y donde se conserva mucho del intercambio comercial de nuestros antepasados; además de ser lugares propicios para fotografiar. En los gallegos la especialidad son el pescado y los productos del mar, ¡ñam!
A veces es impresionante como algunas ciudades están ligadas a un elemento arquitectónico y el elemento que identifica a Pontevedra es el puente; los hay por todos lados, de hecho supimos que Pontevedra significa puente viejo en latín. Aunque en este viaje no pudimos visitarlos todos estuvimos admirando uno de los más bonitos y para mi uno de los más importantes: el Puente del Burgo, allí llegaban los muros de la ciudad en otras épocas. Este puente, en sus inicios romano, fue reconstruido durante el medioevo. Desde este puente, como un anciano que mira a la juventud remontando hacia el futuro, se tiene una espléndida vista del Puente de Santiago, la vía de salida hacia la ciudad del santo apóstol de Compostela, también es conocido como Puente Atirantado.
Tanto Vigo como Pontevedra lucen por todos lados un elemento peculiar (por lo menos para mi ), en realidad los hay por toda Galicia según me contaron, al igual que los hórreos (de los que ya les contaré yo a ustedes), y se trata de los Cruceiros o Cruceros, pero no se trata de barcos trasatlánticos de lujo, no son cruces de piedra que se colocaban en las encrucijadas de los caminos, muchos de ellos datan de la época medieval.
En mis recorridos tampoco pueden faltar las iglesias y catedrales, bueno, no todas, pero cada vez que tengo oportunidad entro en alguna que me llame la atención por su belleza y fotogenia. La Basílica de Santa María La Mayor en Pontevedra es quizás una muestra representativa de lo que les cuento, a pesar de no ser una catedral se puede igualar a cualquiera de las catedrales más bellas del mundo, además, esta Basílica tiene unas características que la hacen tan especial como pintoresca; el maravilloso retablo de piedra que adorna su puerta principal está coronado por una Santísima Trinidad en la cual por equivocación está el hijo sentado a la izquierda del padre, además de ostentar, en su parte baja, a un San Jerónimo con gafas, entre otras cosas.
Caminamos hasta La Alameda de Pontevedra, hermoso y diáfano paseo que ocupa la antigua huerta del convento de San Domingos y que se encuentra rodeada de hermosos edificios del siglo XIX donde ahora funcionan dependencias oficiales, pero en este punto de la ciudad hay un monumento que por lo menos a mi me encantó visitar y que me hizo recordar a Sam; las ruinas de cinco ábsides de la cabecera de la iglesia gótica que se erigía en pleno centro pontevedrés y que pertenecía al convento de San Domingos o Santo Domingo. Al visitar las ruinas nos topamos también con restos conservados de sarcófagos medievales y lápidas romanas.
En nuestro paseo por Pontevedra nos llamaron la atención unas pequeñas y hermosas casitas elevadas, construidas en piedra o madera, en la parte de afuera de cada casa, que fueron constantes durante todo el periplo en Pontevedra y sus adyacencias; nos enteramos luego que se trata de los Hórreos gallegos y que una especie de granero aéreo que se construía en las huertas de las casas, los de piedra eran ornamentados con cruces pudimos saber, además que, hubo alguna época en la que el tamaño y la construcción del hórreo eran representativos del poder adquisitivo y el status de sus propietarios.
Una de las cosas que más se extraña cuando sales de tu cálida tierra latinoamericana es la facilidad y posibilidad, en cualquier momento, de ver el mar, de ir al mar, de mirar el mar en esta vuelta por un pedacito de territorio gallego, era impelable el paseo por alguno de sus pueblitos costeros; y si en Vigo visitamos playa Samil, en Pontevedra rodamos hasta Combarro (enamorada) y luego a Saxenxo, ¡de lujo!
Combarro es un pueblecito pacífico y amable, no puede ser de otra manera porque es muy turístico, un pueblecito con estrechas callecitas que desembocan al mar y casas de piedra y una calle que lo bordea y que es un gran mercadillo de objetos artesanales, meigas; orujos y licores de todo tipo; acompañados de restaurantes y cafés a la orilla de la Ría y en donde, particularmente me divertí un montón observando a las gaviotas disputarse con los peces las migas de mi pie de manzana, en un alarde de rapidez y astucia.
Sanxenxo me gustó pero desde otra perspectiva es una playa más al estilo Copacabana con un boulevard largo que separa a la orilla de edificios y comercios y la gente trae sus tumbonas, toallas y sillas para tostarse al sol, está muy bien si lo que quiero es broncearme y cotillear de la gente alrededor; en fin, que es cuestión de gustos y Galicia tiene para todos.
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la mejor decisión del día ha sido visitar la página, y darme tan agradable paseo por hermosos lugares que a Dios gracias tú los disfrutas; y quedo en espera de más, pues la sensación de este viaje ha sido bálsamo para la vista y el espíritu. Bendiciones.
Preciosa Pontevedra, una de las ciudades más bonitas que he visto en España. En cambio Vigo no nos gustó mucho. Saludos.