Hoy veo caer la nieve desde la ventana de casa en Kingston, New York, mientras las familias esperan por celebrar la Pascua con diversas actividades, una de ellas mi favorita: Los niños en la búsqueda de los fulanos huevos en los jardines.
Pero mientras espero a la celebración, de este lado del atlántico, recuerdo que en 2011 pasé la pascua con un amigo con quien se me ocurrió la brillante idea de visitar la isla de Creta, a la sazón de que contábamos con unos días libres durante nuestra estancia en Atenas.
El jueves Santo abordamos el ferry que salía desde el puerto del Pireo y que nos llevaría hasta Heraclión, la capital de la isla de Creta. Se supone que es la cuarta ciudad más grande de toda Grecia, pero se puede ver en uno o dos días con calma, nosotros teníamos tres para recorrerla y a sus alrededores, lo que no tomamos en cuenta era coincidir con la celebración religiosa.
Me parecía mentira que a estas alturas de nuestra existencia y del nivel de turismo que tienen las islas griegas, en Semana Santa la ciudad se paralice completamente para que las familias se reúnan y celebren la Pascua. Pero tampoco es tan descabellado que la gente aún ponga en primer lugar disfrutar en familia que servirle a unos cuantos turistas con ansias de conocer la isla, aunque en ese caso los turistas fuésemos solo nosotros y tuviésemos muchas ganas de conocer Creta…
Heraclion fue fundada por sarracenos expulsados de Al-Andalus (en Andalucía) en el siglo IX d.C. y luego quedó bajo el poder de los venecianos en el siglo XIII, posteriormente caída bajo los otomanos en el siglo XVII hasta que ya bien entrado el XX pasa a formar parte de Grecia. De la época veneciana quedan varios de los edificios históricos de la ciudad, entre ellos las murallas que rodean el puerto antiguo donde se encuentra la fortaleza de Koules. Una de las cosas curiosas que tiene la ciudad es el sistema de abastecimiento de agua. Existen numerosos acueductos y fuentes construidas por todas partes, la más bonita de ellas la fuente Morosini construida en el siglo XVII.
Habíamos dedicado toda la tarde a admirar la arquitectura de la ciudad cuando comenzó el hambre. La guía que teníamos nos recomendó unas cuantas tabernas donde comer un buen pescado. Nos fuimos a una, en el paseo marítimo, que prometía, pero cuando llegamos nos llevamos la primera sorpresa religiosa: durante la celebración de la Pascua, los pescadores no salen a faenar, por lo que no teníamos ninguna probabilidad de encontrar pescado en taberna alguna de la isla por muy recomendable que fuera.
Resignados, y después de una cena de verduras -que de paso estaban de la muerte- nos fuimos a caminar de nuevo por la ciudad hasta que nos topamos con una pequeña iglesita, preparada para salir en procesión.
Mientras esperábamos, eche mi moneda por una vela que me encantó, super larga y fina. Los niños estaban preparados para salir y un pequeño nazareno con cara de travieso esperaba por llevar el incienso en la procesión.
La iconografía de las iglesias ortodoxas griegas tienen una base bizantina espectacular, además las iglesias son pequeñas y no se sienten distantes, son bastante acogedoras, tanto que me costaba salir de allí, si no hubiese sido porque la procesión había comenzado.
El templo fue llevado por las calles principales de Heraclión, yo aproveché para ver la ciudad nocturna y religiosa, maravilloso, porque creo que los únicos extraños éramos nosotros, inmersos en una marea de griegos fieles.
Luego de pasar el día religioso, decidimos satisfacer un poco nuestro espíritu arqueológico. Tomamos bien temprano en la mañana el autobús para el palacio de Knossos, cuna de la civilización minoica extinta ya hace muchos, pero muchos años atrás.
El palacio es impresionante, no por el tamaño, sino por la cantidad de información histórica en un espacio muy delimitado. El ansia que nos quedó de la visita nos hizo llegar hasta el palacio de Festos, más alejado de la ciudad al sur de la isla. Nos fuimos hasta la estación de autobuses, de nuevo, para tomar el transporte adecuado, nuestra sorpresa fue que para esa hora, el último ya había salido. ¡Era medio día! y el siguiente no pasaría hasta después de la Pascua. Nuestro trayecto del sábado por la tarde quedó truncado porque a partir del mediodía la gente se recogía para estar con la familia y preparar el asado para el día siguiente: el domingo de Pascua. Aparentemente muchas opciones de visita ya no teníamos.
Nuestro ferry no regresaba al Pireo hasta el el domingo por la noche, y era sábado. Estábamos muy acostumbrados a planear las visitas, reservando nuestros billetes con antelación, como ocurre en gran parte del mundo, pero lo que no habíamos comprendido es que en Grecia es lo último que debes hacer; es más, lo mejor es hacerlo unos minutos antes de comprar la ida en ferry y una vez llegando a la isla averiguar dónde alojarte. Aunque parezca mentira, es la forma más barata de viajar por el país. Mucha gente ofrece alquilar habitaciones a los viajeros y los encuentras en el puerto, anunciándose con un cartel cuando llega un ferry. Pero nosotros, mala costumbre, teníamos que reservar con antelación todo…
A pesar del panorama que teníamos, nos lo estábamos pasando muy bien y decidimos pasear más por la ciudad. Entramos en el museo de historia para empaparnos un poco de la cultura local y también nos fuimos hasta el Museo Arqueológico de Creta para ver las piezas estrellas de la cultura minoica, entre ellas las figurillas de la diosa de la fertilidad y el disco de Festos, pieza de la que, a día de hoy, no se entiende su sentido, pero no deja de ser interesante.
La tarde cultural terminó con una comilona frente a la playa que estaba de la muerte. Creo que nunca habíamos comido tanto, tan bien, y tan barato. Hoy digo que uno de los mejores sitios para comer en este mundo es Grecia, definitivamente todo el país es un enorme restaurante exquisito, así que puedo comprender de donde salieron mis kilos de más cuando regresé a casa.
Antes de acabar el día teníamos que planificar el domingo de Pascua. Como todo prometía estar cerrado quedamos en alquilar un coche e irnos al interior de la isla y conocer los pueblitos. Hecho el plan nos fuimos a descansar.
Era el día de Pascua, todo estaba cerrado, pero lo peor, no teníamos coche. Los pocos sitios de alquiler que abrieron ya no tenían, así que nuestro domingo de Pascua fue de peregrinación por uno, hasta el mediodía cuando encontramos finalmente. Estuvimos unas 6 horas en carretera para ver la isla. Nos metimos por todos los caminitos posibles tomando fotos como locos, el paisaje cretense es espectacular. Para comer paramos en un pequeño abasto e hicimos un picnic en un parque, donde nos llegaba el olor de los asaderos de las familias por la Pascua. Por dónde quiera que pasábamos los aromas de la comida y el jolgorio se sentían por todos los rincones, supusimos que ellos se la disfrutaban mucho mientras nosotros comíamos chucherías, lo único que encontramos.
Después del día de paseo, regresamos a la ciudad para devolver el coche y cenar. No teníamos muchas opciones así que terminamos en McDonalds, para mi sorpresa tenían hamburguesa de gambas por la Pascua, pero claro, yo no la probé. Tranquilitos, descansados y alimentados tomamos el ferry para volver a Atenas en la noche.
Meta mensaje: tener en cuenta la Pascua para «planificar» un viaje a Creta. Lo que sí es fijo es que igual te la pasas muy bien. 🙂
This entry was posted in Relatos