Era 14 de febrero y días antes nos acercamos al pueblo de Frome para saber un poco más del evento que cada día de San Valentín se celebra en St Catherine Street. Por cosas de la temporada, el frío y el viento hacían de las suyas así que aparcamos el Yaris a pocas calles y caminamos hasta la farola del Amor.
La luz era pésima para hacer fotos y el evento, pasado por agua, prometía no ser muy interesante porque Los comercios comenzaban a cerrar sus puertas y junto a las de un local vacío unas pocas personas armaban una pequeña mesa con frutas y una gran olla que montada sobre una cocinilla de campamento, dejaba emanar el aroma del vino caliente.
Al acercarnos a la mesa, alguien nos preguntó tímidamente nuestra procedencia y se sorprendió que hubiese en ese momento alguien de España por esos derroteros.
Muy cerca, un reportero de la emisora local de BBC, entrevistaba a varios de los presentes, así que huimos del micrófono. Nuestra timidez, sumada a lo exótico de un par de turistas y nuestro marcado acento no iban a ser una buena combinación. Las luces cada vez más tenues y una delgada lluvia casi nos hicieron despedirnos del lugar.
Luego de las 7:00 de la tarde, como por arte de magia, la lluvia paró y el vino caliente, que regalaban los organizadores de la fiesta, en vasos desechables, nos reconfortó. Algunas personas se acercaban a la mesa del vino y los niños ignorando el frío y la humedad comían frutas casi como si fuese verano.
Finalmente, la convocatoria agrupó a unas 50 personas que cada vez se acercaban más a la pequeña plaza donde se encuentra la farola.
Tras un breve anuncio a fuerza de pulmón de uno de los organizadores, una luz en lo alto de la escalera que se encuentra junto a la plaza se encendió y con gran dificultad un anciano, con traje de levita y sombrero de copa, apoyado en un largo bastón descendió lentamente, ayudado por uno de los organizadores.
El anciano 2 escalones antes de concluir su descenso, se detuvo y con gran pompa, alargando la pronunciación de algunas frases, hizo un pequeño discurso en el que evocaba el significado del acto que estaba a punto de comenzar, saludó a los presentes, en especial a los enamorados que venían de “Tierras lejanas” y Dedicó “esta llama siempre para San Valentín, patrón y protector de todos los que buscan el amor, sin importar raza, credo o sexo.”.
Con algo de dificultad utilizó una larga vara con la que abrió la pequeña puertecita a lo alto del farol y activó un curioso mecanismo de gas que falló un par de veces hasta que finalmente se encendió. Alzó su copa tres veces en señal de brindis y, con la misma pompa que bajó las escaleras, volvió a subirlas y desapareció tras la alta puerta
Las parejas presentes abrazadas o tomadas de la mano seguían el sencillo acto aplaudieron al hombre mientras se marchaba.
Fue un acto muy sencillo y corto pero con pompa, íntimo y hermoso, en menos de media hora, la bonita plaza de la farola y su buzón georgiano estaban desiertos y alumbrados por la tímida llama de gas cuyo nacimiento presenciamos en nombre del amor.
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