Se puede ser amante de la política, de la historia, los Derechos Humanos, la libertad de pensamiento y de disentir; se puede tener una visión libertaria del mundo, ser humanista o por el contrario, declararse apolítico y vivir en un mundo propio, inmune; sin embargo todo esto se altera cuando se visita en Amsterdam la casa de Ana Frank.
Prinsengracht 263-267
Siempre hay una larga cola para entrar, no importa cuán temprano se llegue, la espera será un poco larga y es una oportunidad para observar a la gente. Turistas de todo tipo, exploradores, caminantes, familias, otros que no tienen idea de lo que van a ver, los que van con una recomendación, intelectuales, ignorantes. Se pueden escuchar varios idiomas con diferentes matices y acentos. Finalmente se hace amena la espera porque uno va haciendo un análisis de la gente, tal vez prejuzgando o tal vez solo observando.
Después de la segunda hora en la cola, hice lo que habitualmente hago en cada ciudad nueva que visita, buscar una señal de internet. En la fila se recibe la de la casa de Anna Frank, es gratuita. Son las 10 de la mañana, una bicicleta bar con unos 20 hombres que pedalean, cantan y beben cerveza pasa ruidosamente por la calle que bordea el canal frente a la casa, finalmente, la puerta.
El Número 263 de la calle Prinsengracht es un museo que guarda una historia de las miles que ocurrieron durante la guerra. Cuenta la manera en que la familia de un emprendedor alemán que, huyendo de la intolerancia, se instala en su país por esa época, emigra a Amsterdam con su familia. La invasión nazi a Holanda los obliga a dejar su casa y ocultarse en el edificio en el que funcionaba su negocio. Esta historia es la que narra una de sus hijas, Anna de 13 años, a través de un diario que se ha hecho famoso desde su primera publicación en los años 60.
Pasada la recepción y tickets en mano, entramos desde el edificio vecino a una suerte de cápsula del tiempo. Los decorados de los años 30 cuidadosamente preservados nos van llevando por el estilo de vida durante los años de ocupación Nazi. Los creadores del museo se ocuparon de congelar el tiempo y “musealizar” de manera que podemos tener una idea de como funcionaba una empresa de la época.
La casa de Ana Frank son realmente 2 casas pegadas, la que está a la vista y la oculta, luego de un breve recorrido por la antigua empresa de Otto Frank, se llega a un punto en el que un discreto armario de libros hace de puerta a la segunda casa, al refugio-escondite en el que transcurre el diario de Ana.
A medida que se recorre la casa el visitante va aprendiendo a sentir lo que significa vivir escondido a causa de la intolerancia, se va entendiendo un poco lo que fue la persecución nazi durante la guerra. Es prácticamente como si se revivieran los momentos de encierro de la familia con sus miedos, con la visión del mundo de la época, la visión de una adolescente que sufre el no poder salir y que desahoga toda la presión en su pequeño diario. Se aprende además a lo que puede llegar el ser humano cuando no puede admitir la existencia de otro, por miedo o ignorancia.
El legado
Luego de ese indescriptible viaje en el tiempo, cuando ya se han recorrido las 4 plantas que conforman la casa, se vuelve a pasar al edificio vecino donde nuevamente en el siglo XXI y tras una exhibición adicional en la que se habla del destino final de Ana y su familia, hay un área muy moderna en la que se puede descansar del largo recorrido. 4 pantallas proyectan videos con diferentes situaciones actuales, noticias y algunos relatos. En el medio de la sala hay pequeños pilares metálicos con teclados, también repartidos cerca de los asientos. La gente que descansa en la sala realmente lo que hace es contestar preguntas a las situaciones que se proyectan en las pantallas, por ejemplo, cuentan una noticia reciente en la que los miembros de un partido neonazi europeo golpean a una pareja de inmigrantes hasta casi matarlos, luego preguntan a la gente en la sala ¿Debería ilegalizarse el partido neonazi en el país de los hechos?. Una vez que contestas a través del teclado, en las pantallas salen las estadísticas de lo que ha contestado la gente que esta en ese momento en la sala y se contrasta con lo que dictan los conceptos de tolerancia e igualdad. Impresionan en las diferentes situaciones las respuestas de la gente y nos damos cuenta de que el mundo es mucho menos respetuoso y menos moderno de lo que parece.
La casa de Ana Frank se convierte en la parte final de su recorrido en el lugar en el que podemos abrir los ojos y medir nuestros niveles de tolerancia y sorprendernos al darnos cuenta de cuán equivocados podemos estar o cuánto miedo te tiene esa inocente señora que nos sonríe cuando le damos paso.
Datos de interés
El boleto de entrada a la casa de Ana Frank cuesta 9 euros por persona, adentro aparte del museo hay una tienda en la que se consigue ademas del Diario de Anna Frank traducido a varios idiomas, postales, marca libros y souvenirs.
El sitio Web de Ana Frank está traducido a varios idiomas, inclusive el español, all se puede encontrar información acerca de la casa, hacer una visita virtual, ubicar a los personajes en una línea de tiempo y ver suficiente documentación sobre Anna y su diario.Además en algunas ocasiones se pueden comprar las entradas en línea si las hay disponibles y se evita la cola.
La casa de Ana Frank es también una fundación Sin vínculos políticos, que se encarga de la gestión de la casa y de la difusión de ideales que busquen la reflexión sobre los peligros del antisemitismo, el racismo y la discriminación, y sobre la importancia de la libertad, la igualdad de derechos y la democracia.