Visitar Caracas puede ser un reto para quien no la conoce, en especial si al visitante le toca encontrar una dirección. El centro de la ciudad curiosamente carece de nombres en sus calles, ese privilegio lo poseen más bien sus esquinas y las avenidas principales. No es una característica de toda la ciudad, se trata de esa zona mágica que es el centro de la frenética, invivíble, maltratada y poco querida ciudad, joven y con rincones llenos de encanto e historia.
Llegué a Caracas luego de muchos años fuera y recordé cuando tuve mi primer estudio de diseño. Quedaba de San Francisco a Sociedad, es decir entre las dos esquinas que llevan ese nombre. Comencé un paseo desde allí para tratar de contar un relato apasionado, capaz de quedar en el recuerdo del lector, pero es imposible sin saber la historia y creo que es digna de contarla.
Muchos años antes de mi visita (en 1567), se fundó la ciudad, justo en donde actualmente está la esquina de Santa Capilla. Según la costumbre se clavó una cruz de madera al lado de un pequeño ojo de agua y en una sencilla ceremonia el sacerdote que acompañaba a Don Diego de Losada, dedicó el lugar a Santiago, por ser ese día el onomástico, celebró misa y quedó consumada la Fundación de Santiago de Leon. Don Juan de Pimentel dibujó una cuadrícula de pocas manzanas, que se desarollarán en ese lugar por ser un punto estratégico contra los aguerridos indígenas, que previamente habían frustrado la fundación de una villa hasta en 3 ocasiones. Un plano de 6 calles de norte a sur, 6 calles desde el oriente hasta el poniente y en el centro una plaza. Cada calle con un número romano de norte a sur y uno castellano de este a oeste. Así sería por varios años hasta que llegó la autoridad de la iglesia.
Los curas pusieron nombres a las calles que nunca cuajaron en la memoria de la gente: «La Misericordia de Cristo» o «La Ascensión del Señor» o «La Encarnación del hijo de Dios» eran más difíciles de recordar que La esquina de Principal, por estar allí el cuartel principal de la guardia que protegía a la ciudad, o la Esquina de La Torre por ser donde está la torre de la Iglesia Catedral, así que los pobladores por uso, mas que por imposición, son quienes bautizaron cada esquina de la pequeña villa de Santiago de Leon de Caracas.
Hoy esa cuadrícula es aún visible, Caminé hacia la esquina de Santa Capilla bajo un cielo de plomo y cuando buscaba algún vestigio de la fundación, la lluvia se desató, así que cruzamos al Avenida Urdaneta y desde lo alto del piso 24 del edificio del Banco Central de Venezuela contemplé esa ciudad hoy minada de edificios invadidos, construcción improvisada, hacinamiento y locura. Pasada la tempestad, en las alturas comprendí que aunque desde donde me encontraba las vistas son impresionantes y hermosas, pero era mejor bajar y descubrir al ras del suelo, que en cada esquina hay una historia y en cada historia algún recuerdo. Caracas es una ciudad para verla de cerca.
No es fácil contar una historia de cada esquina. A finales de los años 90 en cada una había una pequeña placa de hierro que cumplía esa misión de memorización, así, la que no me había sido relatada por mi papá durante mi infancia, la había leído caminando. De Santa Capilla seguí andando por la Avenida Urdaneta, busqué las historias por las esquinas de Ibárras, La Pelota, Abanico, Socorro y me di cuenta de que ésos micro relatos ya no existen. En la esquina de Plaza España vi los restos de una de las placas, apenas dos tornillos rotos se asomaban bajo la foto presidencial en permanente campaña política. Las esquinas de Caracas fueron nombradas, algunas porque ocurrió algún acontecimiento histórico, como La esquina de Sociedad donde se reunió en los días de la independencia la Sociedad Patriótica, o porque vivió en el lugar algún personaje ilustre o por simple tradición popular, como la esquina de Cristo al revés, Pele el ojo o El Muerto.
Justo entre Plaza España y Ña Romualda (así se dice una dirección en el centro de Caracas) hay una gran venta de libros usados, que existe en plena calle desde hace unos 30 años y para todo aquel que le gusta viajar y leer es una parada obligada, urgué entre libros de distintas épocas se puede encontrar allí desde un folletín sin valor alguno hasta libros raros. Conseguí una edición de “Las Esquinas de Caracas” bastante nueva, escrito por Carmen Clemente Travieso. La esquina de Romualda se llama así por haber estado en ese sitio un puente junto al cual Doña Romualda Rubí tenía su pulpería y restaurante, donde se vendían platos tan suculentos que hasta el mismo presidente Páez (1826) se chupaba los dedos con el “Mondongo” (Sopa de callos de res típica) que allí se preparaba.
Regresé desde allí en dirección a la plaza Bolívar por la calle que en los tiempos de la colonia se llamó “Del Comercio”, por las esquinas de Cuji, Marron y Madrices, ésta última esquina famosa porque en algún momento vivió allí Don Rodrigo de la Madriz, Capitán de Infantería de los ejércitos de su Majestad y su acomodada familia. Las tres hijas menores, las más bellas de la ciudad en esa época (1693), frecuentemente eran vistas en los balcones de la casona y los “manganzones” merodeaban la casona e intentaban de mil maneras captar la atención de las bellas damiselas. Gracias a ellas y su fama la esquina adoptó su nombre. La casona no ha cambiado mucho exteriormente en los últimos 200 años. Han pasado por allí muchas historias, personajes ilustres y anécdotas. Finalmente cerré mi circuito en la esquina de La Torre.
El cansancio comenzaba a pasar factura y en el breve recorrido estaba dejando muchas cosas por fuera. Recordé que a una manzana de allí, de Veroes a Jesuitas, estaba la casa Mendoza, una antigua propiedad colonial que perteneció a esa familia y hoy es una fundación de una de las grandes empresas que aún existen en Venezuela. Es también entre estas dos esquinas donde vivieron héroes americanos como José Martí, prócer cubano durante su exilio en Caracas y Simón Rodríguez, quien fue maestro de Bolívar. Antes de hacer un descanso había que visitar esas casas. La casa de Martí sigue en pie, es un museo que no tiene realmente un gran atractivo, sólo viejos muebles y aparadores con objetos del siglo XIX y al lado, está la casa donde Simón Rodriguez tuvo su escuela. Hoy esa casa es otro museo y se llama “La casa de las primeras Letras”. Este museo, es una gran instalación de audiovisuales interactivos en los que el visitante puede ver varias proyecciones, con muy poco contenido histórico y bastante propaganda del gobierno de turno, entre ellos un facsímil de la declaración de la independencia del país al que se le añade de manera animada la firma del desaparecido Hugo Chavez en flamante tinta roja, lo cual creo que es toda una atracción surrealista. En el centro de la casa hay un “Laboratorio” arqueológico y un café. Realmente el lugar se puede recorrer en unos 20 minutos o menos.
De Veroes a Jesuitas, sólo me faltaba por visitar la Casa Mendoza, que en realidad se llama: “Casa de Estudio de Historia de Venezuela Lorenzo A. Mendoza Quintero”. Es una visita también corta pero un poco más seria, la vieja casona aun mantiene el espiritu de la época de la Caracas agrícola. Al fondo de ésta, hay unos jardines y un café muy agradable, donde bajo la sombra de un árbol de mangos disfruté de “Un negrito” mientras revisaba el libro que acababa de comprar: “Las Esquinas de Caracas”.
Curiosidades
Existe un orden para decir las direcciones en el centro de Caracas. Por ejemplo se dice: Torre a Veroes, Nº 33, pero no se dice Veroes a Torre pués sería incorrecto. Se toma siempre desde el centro (La plaza Bolívar) hacia los lados para nombrarlas. Algunas direcciones: Cuño a Guanábano, Cují a Romualda, Perico a San Lázaro, etc.
No todas las esquinas tienen leyenda o historia digna de ser relatada. Muchos de sus nombres han adquirido sus nombres al azar o porque han vivido personajes célebres muy cerca. Otros origenes se han perdido en los laberintos del tiempo. Por ejemplo, no se sabe el por qué se bautizó la esquina de Maturín con ese nombre.
En los primeros tiempos de la Ciudad, una manera de advertir al viajero de que se acercaba a una zona peligrosa era a traves de los nombres de las esquinas, por eso actualmente existen seguidas en una misma calle “Peligro”, luego “Pele el Ojo” y finalmente “Quita Calzón”. Ésta última fué posteriormente cambiada oficialmente por “Alcabala” pues se estableció allí un puesto de vigilancia que protegía a los viajeros que salían de la ciudad y se cobraba impuestos a los que llegaban
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en realidad hace falta mucho más tiempo para relatar el antes y el hoy de nuestra querida ciudad, pero veo que disfrutaste tu estancia, las fotos muy buenas.