El viernes sufrí una gran decepción, ver los restos de Expo Sevilla 92. El sábado, esperando una reivindicación, nos fuimos al otro lado de la ciudad, al lugar en el que hace 84 años se celebró la importantísima Exposición Iberoamericana de Sevilla de 1929. Fué un paseo grato y estimulante.
Lo primero, atravesar la ciudad desde la calle Torneo que bordea el Guadalquivir, pasando por las calles empedradas del centro, hasta la catedral, donde hicimos nuestro primer descanso frente a la fuente Hispalis. Mientras, observábamos al antiguo Hotel Alfonso XIII, nuestro punto de partida, que se dejaba ver majestuoso como símbolo de principios del siglo XX. Nos acompañaba un agradable y tibio sol. Hombres perfectamente trajeados pasaban frente a nosotros, mujeres con sus mejores galas y algunas con complejos tocados; no era una regresión en el tiempo, simplemente era un día de bodas. Antes, camino al centro habíamos visto varias. En algún momento una novia paso fugaz frente a nosotros desfilando su traje blanco.
Luego del descanso, bordeamos el hotel Alfonso XIII, buscando los antiguos pabellones que debían estar por la parte de atrás. Un mapa turístico nos guiaba, el mismo que el día anterior nos condujo a la Expo 92.
A diferencia de la ya mencionada Expo, las instalaciones donde se llevó a cabo la del 29 se convirtieron en un parque en su mayor extensión, los edificios fueron ocupados algunos por la Universidad de Sevilla, otros por consulados y el resto por oficinas gubernamentales.
Según el ayuntamiento de Sevilla, la Expo 29 significó la transformación urbanística más importante que ha tenido la ciudad hasta nuestros días. Todos los pabellones, construidos para la ocasión, intentaron reflejar el carácter y la esencia del país que representaban. Los primeros que encontramos fueron Uruguay, Chile y Perú, tres edificios ocupados en la actualidad por oficinas administrativas de la Universidad de Sevilla, la Escuela de Artes Aplicadas y el consulado peruano, respectivamente, los tres son muy distintos entre sí, aunque comparten el estilo modernista de la época. El de Uruguay me llamó la atención por lo elaborado del pórtico de piedra tallada, que si soy completamente franco, es tan llamativo que no podía recordar el resto del edificio por lo que tuve que mirar una y otra vez las fotos en el momento de escribir este relato, pero más interesante resultó ser el pabellón peruano. Sus detalles de piedra tallada y balcones de madera lo hacen ver monumental.
Pero estos tres edificios se encuentran en un área en la que su belleza no puede ser apreciada en su totalidad, porque su alrededor parece un gran aparcamiento. Seguimos caminando guiados por el mapa hasta el Parque de Maria Luisa.
Allí nos encontramos con altos árboles y amplias avenidas peatonales a través de un hermoso parque; dentro del parque, un imponente edificio de ladrillos rojos que no dejaba ver la plaza que alberga. No me molesté en ver el mapa, hasta que Sam me aclaró que se trataba del pabellón español y sede de la Expo. En pocas palabras La Plaza España.
La Plaza España es impresionante, esta bordeada de postes de alumbrado hechos de cerámica pintados a mano al igual que sus barandas, sus fuentes son recorridas por botecitos que se alquilan en un extremo y su parte interna por carruajes tirados por caballos. Tiene forma de media luna y 2 niveles; el primero con una galería adornada por arcos y, en la parte más baja, pinturas sobre cerámica con motivos alegóricos a cada una de las provincias de España, su historia y lo que producen o producían para el momento en que se realizó la Feria. Se puede sentir la intención del evento de marras, que era estimular el comercio con el resto de Iberoamérica. Los suelos son mosaicos de piedra y ladrillo.
Recorriendo la plaza españa nos dimos cuenta de que todo lo construido a principios del siglo XX fué hecho para durar, a diferencia de lo construido en la Expo del 92 que en poco más de 21 años está hecho una ruina. Apenas habíamos recorrido menos de la mitad del parque de María Luisa y ya los detalles nos desbordaban.
Frente a la Plaza España, hay una pequeño jardín a modo de plazoleta con bancos de hierro colado bajo árboles de naranjas amargas donde hicimos una breve pausa. La Plaza España es muy rica en detalles aún desde cierta distancia puede invertirse un buen tiempo admirandola.
Continuamos a lo largo de una caminería, La Av. Isabel La Católica que conduce al fondo del parque Maria Luisa. Hay otro conjunto de edificios. Un edificio Mudéjar, que albergó el Pabellón del mismo nombre y enfrente una construcción neo renacentista muy ostentosa, el Palacio del renacimiento, allí funciona el Museo Arqueológico de Sevilla.
Nos interesó en especial este edificio, así que la mejor forma de entrar y no pagar por ver lo que ya sabemos que hay dentro, es buscando la tienda del museo. Lo que pudimos constatar, es que es el típico museo de mediados del siglo XX una exposición de objetos, que se sustenta con las entradas y el Estado pues no encontramos rastros de la tienda.
Saliendo del hermoso parque Maria Luisa, nos encontramos con los pabellones de Brasil y México. Ambos imponentes. Todo indica que México durante el Siglo XX trató de dejar marca con su presencia en las ferias internacionales. Lo vimos en la abandonada expo Sevilla 92 y lo admiramos ahora en la del 29. Se repite la forma de X en la construcción inspirada en la cultura Maya-Tolteca. Actualmente lo ocupa la Universidad de Sevilla.
Cruzando la avenida de Las Delicias, que bordea al parque por el oeste, hay otro edificio, muy bonito, el Pabellón colombiano, el de Argentina y lo que queda del de Venezuela, que por lo que he podido deducir, siempre se representa de manera un tanto efímera. Allí una curiosa estatua ecuestre de Simón Bolívar con los brazos extendidos hacia el frente, como esperando ser cargado.
Los pabellones de Venezuela rara vez dejan rastro, en la expo del 92, fue un edificio de aluminio plegable de poner y quitar muy avanzado para la época. Lo desmontaron en 5 horas una vez terminada la feria por lo que sólo quedan algunas imágenes y el de la Exposición Iberoamericana de 1929, fue un edificio construido también provisional sin la cláusula de la que gozaban todos los países participantes de preservación del mismo durante 75 años por lo que fué demolido al término del evento.
Más adelante había un curioso edificio. Un cubo con cerámicas blancas y azules pintadas a mano con grandes motivos mayas y grandes pájaros verdes; sin la ostentación del de México. Evidentemente fué construido con gran modestia, se trata de lo que fue el Pabellón de Guatemala. No es un edificio bonito, pero es una manera de notar los contrastes en cuanto a los recursos con los que contaban los países que participaron en la Expo de esa época. En una de sus paredes aún se puede leer el nombre de la familia que lo financió.
El cierre fue la visita a la sede del pabellón estadounidense, sobrio, funcional y modesto, junto a una bonita torre que se llama “El costurero de la reina”
Nuestra primera visita a Sevilla llegaba a su fin con este paseo relajante y sin sobresaltos, vale la pena hacerlo.
Ante lo que queda de la Exposición Iberoamericana de Sevilla de 1929, solo me queda concluir que nuestros abuelos cuando hacían estas cosas se lo pensaban bien. No sólo en hacer el negocio, que es el fin último de estas Ferias, sino en dejar algo perdurable para las ciudades y las generaciones futuras. La decepción que nos produjo el abandono que pudimos ver el día anterior, finalmente fue reivindicada.
Volveremos a Sevilla en un par de semanas para ver un poco de la Feria de Abril. Mientras tanto, Sam se irá a Nueva York y yo con envidia la esperaré en Aranjuez, escuchando a Chick Corea, comiendo espárragos y bebiendo vino de Chinchón mientras preparo lo que tu acabas de leer de las Expos de Sevilla 29.
Me encantó el recorrido, y el pabellón de Guatemala me gustó, pues aunque no es tan extraordinario como los otros ya vistos, refleja mucho de su pueblo que trabajó modestamente, pero con la finalidad de que perdurase para el recuerdo. Lástima que del pabellón de Colombia no hayas podido reflejar lo que queda, pero en general fueron edificios hechos para recordar y la exposición, me imagino que lujo. Sí, es una pena que Venezuela tenga tan poco trabajo representativo, pero Bolívar se hace notar.
Ojalá y podamos hacer el recorrido más adelante.
A mi no me disgusto el de Guatemala, pero si me fastidio bastante que tuviese una reja enorme de lado que no deja verlo bien y hace casi imposible sacarle una foto… ¡Que manía con poner rejas por el medio!